dilluns, 18 d’octubre del 2010

Intervenir en la historia

Son muchas las intervenciones de tipo urbanístico en el centro histórico de Barcelona a lo largo de la historia. Desde las desamortizaciones de conventos que han aportado nuevos espacios públicos y de relación a una ciudad con problemas de densidad, pasando por las operaciones de vaciado de mano del movimiento moderno en clave higienista, como la plaza George Orwell, hasta la apertura de vías de nuevo trazado como la calle Ferran u otras operaciones realizadas en relación al nuevo Eixample Cerdà.
Más adelante en el tiempo encontramos más fenómenos de esponjamiento de Ciutat Vella, ya sea aprovechando una situación de excepcionalidad como la destrucción de parte de la edificación por bombardeos, como es el caso de la plaza de la catedral, o ya más recientemente, la apertura de este tejido ya no tan denso con motivos más que sospechosos de ser no más que especulativos, como es el caso del "Forat de la Vergonya", a raiz de lo cual se ha organizado incluso un levantamiento vecinal de personas residentes que se oponen a lo que entienden como la destrucción de la vida de su barrio
Así que rápidamente vemos que hay multitud de intervenciones de tipo urbanístico en este centro histórico, cada una contextualizada en su tiempo
Pero el verdadero debate de las intervenciones en el centro histórico, creo que puede centrarse en la cuestión de, tal y como dijo nuestro interlocutor, "dónde congelar el tiempo". Cuando intervenimos en Ciutat Vella, encontramos una ciudad que se ha formado capa sobre capa. Existe una evolución continua, una reinterpretación consecutiva. En el momento que proyectamos sobre esto, escogemos qué es importante y qué desechamos, qué queremos mostrar y qué queremos hacer desparecer, y esto conlleva una responsabilidad enorme, puesto que estamos participando de esta evolución y marcaremos el sentido de las siguientes intervenciones.
Mi ciudad de referencia, Sant Cugat, aunque se trate de una población de carácter eminentemente residencial, también tiene un centro histórico, organizado alrededor del "Monestir", construído entre los siglos IX y XIV. Tiene origen romano pero su desarrollo como núcleo urbano es medieval, y sigue su estructura típica. Las intervención más característica ha sido la de urbanización de la plaza d'Octavià, delante del "Monestir", durante cuyas obras encontraron restos arqueológicos de parte de la fortificación romana originaria. La intervención fue de pavimentación, mobiliario urbano y vegetación, en que se convirtió una anterior plaza "isla" en una plaza dura un tanto antipática para la vida "de pueblo" pero preparada para acoger los distintos eventos que ahí tienen lugar, respetando los característicos cipreses y evocando la esplanada original frente al monumento.